En tus últimas decisiones, ¿a quién has escuchado? ¿a tu corazón o a tu mente? Porque yo a mí corazón.
Hace poco, mientras miraba las mariposas blancas volar alrededor de flores me llegó una iluminación, ¿qué es de lo que más se arrepentía la gente al morir? Por un segundo me detuve, no quería pensar una respuesta banal, superficial, por lo que durante unos minutos solo miraba como volaban esos bellos seres. Fue cuando todo empezó a tener sentido.
Extraño o no, cada mañana me gusta pensar que algún día moriré y no en un aspecto negativo, sino más bien todo lo contrario, en un aspecto inspiracional, pensar que en cualquier momento puedo dejar este mundo terrenal me llena de emoción por aprovechar mi vida al máximo, por no desgastar mi tiempo o energía en lo superficial o insigificancias, en su lugar, destinar esos finitos recursos a aprovechar cada segundo que respiro en esta tierra, ya sea para momentos, personas o lugares que llenen mi existencia de significado.
En México, el tema de la muerte sigue siendo un tabú, a nadie le gusta pensar que vamos a morir y si se indaga un poco sobre ello, nos asustamos, pero, ¿de qué? La muerte es lo más seguro que tenemos, es lo que quizás, hasta cierto punto, sí le da sentido a la vida misma, y que ojo, no me malentiendas, no quiero morir o bueno, no tan pronto, pero es algo que eventualmente llegara, sucederá y es justo aquí donde nos preguntamos, ¿de qué me arrepentiría si muriera mañana?
No tengo idea del porqué quise tocar la muerte en este blog, pero lo que sí estoy segura es que si estás leyendo esto es para regresarte nuevamente a la vida. He mirado cientos de entrevistas sobre personas mayores que están a punto de morir y me conmueve el corazón siempre sus respuestas. Más del 80% siempre responde con lo mismo pero con otras palabras: «quisiera regresar el tiempo y vivir realmente». Posteriormente llenan de acciones que les hubiese gustado hacer o tal vez no hacer, esa respuesta para mí es tan sencilla pero tan profunda al mismo tiempo.
Las personas adultas lo saben, muchas de nosotras no estamos viviendo, estamos sobreviviendo y eso es peor que la muerte misma. Nos arriesgamos tan poco, pensamos tanto, nos tomamos todo tan en serio y nos llenamos el corazón de emociones que poco a poco nos apagan la luz y brillo de la vida. Aquí te vuelvo a preguntar lo mismo que cuando inicié este blog, ¿con qué estás tomando las decisiones de tu vida? ¿corazón o mente? Si haces este ejercicio desde la completa sinceridad aceptarías que casi siempre estamos tomando decisiones con lo racional, con lo seguro, con lo limitante, con la mente.
La mente inconscientemente está tomando decisiones por ti y esas que te mantengan a salvo, porque su trabajo más importante es mantenerte con vida y eso ESTÁ PERFECTAMENTE BIEN, pero hemos permitido que tome tanto el volante que nuestras vidas parecieran ya no pertenecernos, nos volvió miedosas ante la vida misma. Nuestra mente nos cuida tanto que nos aleja inclusive de aquello que amamos y le da completo sentido a nuestra vida, las experiencias.
Analicemos un poco, ¿cuándo fue la últimamente que el corazón te saltó del pecho ya sea por amor o emoción? ¿cuándo fue la última vez que sentiste adrenalina en el cuerpo? ¿cuándo fue la última vez que te dolió el estómago de tanto reír? ¿cuándo fue la última vez que perdiste la noción del tiempo? ¿cuándo fue la última vez que tus ojos brillaron realmente? ¿cuándo fue la última vez que tomaste una decisión que te daba miedo pero aún así querías hacerlo? Puede que hace poco, puede que hace mucho, para mí, todas estas preguntas perdieron sentido dos años atrás mientras trabajaba en una oficina. Estaba tan segura o bueno eso me decía mi mente, trabajando como todos esperaban que estaba evitando enfrentarme y re-descubrir quién quería ser.
Durante esos dos casi tres años solo tomaba decisiones con mi mente, no me permitía sentir, no me permitía vivir, tenía que ser adulta, tenía que tomar la vida más en serio, ¿no? Tenía que demostrar que también encajaba. Y esta era una de las mentiras que más me creí: «ser adulta es volverme perfecta». Para mi Karla de ese entonces, volverse adulta era dejar de tener ocurrencias, sujetarme a lo que marcaba la etiqueta, buenos modales, buen léxico, vestimenta impecable, cabello perfecto… Y mientras más me enfrascaba en lo exterior, más aceptación tenía por parte del sistema, pero menos por mí, y poco a poco vivir ya no parecía tan importante.
Tiempo después ese mundo me fue consumiendo y condicionando a cómo debía ser en lugar de cómo quería ser.
Llegó un punto dentro de todos esos años que me perdí de lo que era la vida; entre la olvidada época de la pandemia y los siguientes años al entrar a trabajar, simplemente comencé a hacer lo que me correspondía como una graduada de Universidad, sin excusas, sin cuestionamientos, inconscientemente dejé de ser y comencé a sobrevivir en piloto automático, nada me llenaba, nada me hacía feliz, mi brillo comenzó a apagarse. Y mientras caminaba muerta en vida, llegó mi primer viaje y ahí mi existencia dio un giro inesperado.
Entre todo el cambio, viajar me salvó la vida y me cambió completamente. La transición de llegar a un lugar nuevo es lo más emocionante y real que puedes experimentar, te liberas de todo y todos, olvidas poco a poco lo que te dijeron que era lo que tenías que ser y hacer, es como quitarse una venda de los ojos para mirar un bello amanecer.
Mi primer viaje siempre lo recordaré con mucho cariño y amor, y aunque no ha sido el que más importante, si fue uno de los más significativos, porque gracias a él, logré salir de mí y mirarme en tercera persona para re-descubrirme en medio del miedo, tristeza y soledad. Posterior a ello, regresé a mi trabajo y decidí comenzar a escuchar a mi corazón; hoy por hoy todas las decisiones que tomo siempre tienen un tinte de corazón, de intuición y ahora ya no me asusta, digo, sigo siendo racional pero no con la misma intensidad, ahora antes de tomar alguna decisión cierro los ojos para escuchar a mi corazón preguntar…
¿De verdad quiero hacer esto? ¿me hace feliz? ¿me hace mejor persona? ¿me hace crecer? ¿me genera paz? ¿si tomo esta decisión cómo afectaré mi futuro? Y entre todas esas preguntas, la vida suena diferente, más libre, más amorosa, más feliz porque cada decisión que elijo vale totalmente la pena aunque me equivoque, porque sé que en el fondo de mi ser me aporta más de lo que me quita, siempre impulsándome a crecer, acercándome a eso que ya soy pero que está en proceso.
Quiero invitarte que a partir de este instante todas las decisiones que tomes marquen en quién te convertirás, y analices que todas tienen y tendrán un impacto importante aunque ahora pienses que no. Ten presente que cada una de ellas te acercará al amor o al desamor, cada decisión te acercará al éxito y felicidad personal o a la insatisfacción y frustración, y si no te gusta tu vida actual es porque estoy casi segura que estás eligiendo desde la mente y no desde el corazón. Tu corazón siempre te llevará a lugares donde sabe que serás feliz y plena, esa voz que te dice que te muevas o te quedes es la que debes seguir, no existen justificaciones no hay dualidad, o es o no es, y nosotras casi siempre lo sabemos.
Las mejores decisiones las he tomado con el corazón desde hace casi un año ya, y fueron justo regresando de Chile donde decidí renunciar e ir en contra de lo que me habían dicho que era o debía ser para comenzar a convertirme en lo que yo sí quería. Cada una tendrá sus sueños y eso humana mía, es lo hermoso de la vida. Solo tú sabes cuáles son los tuyos, esos que te hacen sentir que no existe tiempo ni espacio, en los que piensas la mayor parte del tiempo y que sabes perfectamente que si no tuvieras preocupación alguna te dedicarías al cien por cien.
Los sueños siempre vienen del corazón, síguelos, te lo dice alguien que a pesar de tener mucho miedo, decidió atreverse a seguir uno, y que, salga bien o salga mal, mi yo de ochenta años no se arrepentirá de no haber perseguido su sueño, ni se preguntará ¿qué hubiera pasado si hubiese escuchado a mi corazón? Porque ya lo sabrá.